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GALLO:
"La guerra y la revolución son indivisibles" Los anarquistas españoles consideraban que al tiempo que se desarrollaba la guera era necesario emprender la revolución social, lo que ayudaría a ganar el apoyo popular hacia la causa republicana. Su victorias urbanas y la toma de parte de Aragón les llevaron a creer que podrían mantener columnas victoriosas en el frente y el poder revolucionario en la retaguardia. Los anarquistas crearon verdaderos «cantones independientes» en todas las zonas y lugares donde, en el primer período de la guerra, pudieron ejercer decisiva influencia: Puigcerdá, Tarrasa, Seo de Urgel, Mora, en la Zona de los Pirineos, en los pueblos de la costa catalana, en la provincia de Cuenca, en Aragón... El objetivo de la lucha que había comenzado en julio de 1936 lo definieron entonces los anarquistas así: establecer un nuevo régimen social, el «comunismo libertario». Para los dirigentes anarquistas, salvo raras excepciones, lo principal no era ganar la guerra sino realizar inmediatamente una «revolución social». Las primeras medidas de ésta debían ser la abolición de la propiedad privada, del Estado, del ejército, del principio del poder y de las clases y... el establecimiento por todas partes de la «comuna libertaria». Pronto vieron, con perplejidad, como el gobierno recuperaba el poder en la retaguardia y encuadraba las milicias en unidades regulares. El gobierno no confiaba demasiado en su fidelidad política ni en su capacidad militar, y por tanto tenía tendencia a primar en materiales y suministros a las unidades más seguras, esto es, controladas por comunistas y socialistas. En todo caso, muchos militantes y dirigentes anarquistas encuadrados en el Ejército Popular Republicano cumplieron con valentía e inteligencia sus deberes militares.
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